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Erreius29/11/2022
Gustavo Sain reflexiona sobre los programas de vigilancia masiva con fines políticos y/o comerciales
Experto en Ciberseguridad y Delitos Informáticos
Las llamadas tecnologías de la vigilancia pueden definirse como aquellos dispositivos o sistemas que permiten vigilar, seguir y evaluar los movimientos de las personas, sus propiedades y otros activos.
Hasta la década del '60 la vigilancia para la defensa se realizaba con poca intervención de la tecnología por considerarse costosa. Recién durante los '80 comenzaron a aparecer nuevas formas de vigilancia electrónica, orientadas a la interceptación de los sistemas de comunicaciones.
Tras la finalización de la Guerra Fría los objetivos del espionaje internacional fueron virando hacia la población civil, donde las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) desempeñan un rol fundamental para el espionaje, no solo contra el crimen organizado -narcotráfico, terrorismo internacional, tráfico de armas, etc.-, sino también, por ejemplo, contra el espionaje industrial o político.
La vigilancia y el control de los individuos a través de tecnologías es un fenómeno típicamente moderno.
Michel Foucault, en su estudio sobre la arquitectura del siglo XVIII, observó que en las construcciones europeas de fines de siglo la vigilancia y el control de los individuos representaban un factor determinante para el diseño y la distribución del espacio. Para ese filósofo, el crecimiento demográfico europeo de aquel entonces motivó la transformación en la arquitectura de la época en función de los problemas de población, urbanismo y salud comunales.
La aglomeración de personas en determinadas instituciones -cárceles, hospitales, escuelas y colegios militares, entre otros- hizo necesario un mayor disciplinamiento mediante el uso de determinados dispositivos.
Para Foucault, el modelo de época estaba representado por el “panóptico” de Bentham, un edificio instalado en el interior de las cárceles donde un guardia puede vigilar a todos los presos internos sin ser visto. Esta tecnología permitía al personal penitenciario establecer una vigilancia de tipo global e individualizante por intermedio de una visibilidad organizada alrededor de una mirada dominadora y vigilante; en palabras de Foucault, “un poder omnicomtemplativo”.
Paul Virilio, por su parte, reseñó cómo, a partir de la década de la década del '70, la construcción de aeropuertos en ciudades norteamericanas quedó sujeta a los imperativos de la seguridad nacional a partir del uso de diferentes tecnologías audiovisuales para la vigilancia de personas. Para este autor, la crisis económica de dicha década hizo que la organización del espacio en los aeropuertos no derivara de una iniciativa técnica, sino de una estricta política de control frente al peligro inminente de infiltración de piratas aéreos.
La instalación de tecnologías audiovisuales en zonas estratégicas para la vigilancia, el emplazamiento de zonas estériles para las salidas y no estériles para la llegada, la instalación de un sistema de control de tráfico interior y exterior de los procesos de carga y descarga, y las vías de tránsito de todo el aeropuerto comenzaban a ser habituales por aquel entonces. La estrategia de separar a los enfermos o a los sospechosos del resto de los pasajeros dio lugar a una nueva táctica de interceptación en viaje, lo que en la práctica significaba revisar la ropa y el resto del equipaje mediante la proliferación de cámaras, radares y detectores en áreas restringidas. Para Virilio, “en términos de acceso, la telemática reemplaza a la puerta de entrada”.