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Erreius21/12/2022
María C. Colombo analiza el rol de esta disciplina en la parte contractual de los seguros
En la actualidad, el mundo se encuentra interconectado a través de una verdadera revolución digital. Vehículos autónomos, hogares inteligentes, chatbots, asistentes virtuales, dispositivos weareables, aplicaciones varias, pases de transportes, tarjetas de crédito con chip incorporados, electrodomésticos inteligentes, robots, etc.
Así, a través de toda esta parafernalia de dispositivos inteligentes, alimentamos a la gran nube de infinidad de datos que conforman lo que se denomina big data.
A los fines de simplificar el término, podemos decir que es una ingente cantidad de datos que se generan espontáneamente a través de la interacción de diferentes dispositivos interconectados.(2)
“No obstante, los datos per se no son más que una marea amorfa de ítems inconexos, ya que precisan de un tratamiento específico denominado ‘minería de datos’ -data mining- para poder ser transformados en información relevante. Así es que el big data a través de esta gestión de datos permite a quien lo necesite obtener información precisa, adecuada y relacionada a los fines de identificar oportunidades de negocio, realizar operaciones más eficientes, reducir costos, y/u ofrecer nuevos y mejores productos y servicios”.(3)
Es imposible concebir a la inteligencia artificial (4) sin los datos, siendo los datos el combustible que alimenta a los sistemas de IA.
A través del aprovechamiento de los datos que conforman el big data es que los engranajes de los sistemas de inteligencia artificial se activan procesando la información a través de los algoritmos.
El quid del uso de los algoritmos de la IA es el adecuado y circunstanciado aprovechamiento de datos con la finalidad de elaborar complejos perfiles digitales que hacen a la huella digital de cada persona.
Los algoritmos nos convierten en sujetos medibles, predecibles e influenciables debido al creciente proceso de digitalización imperante en nuestras sociedades que alimenta las grandes bases de datos.
A partir de esta transformación digital es que los algoritmos clasifican y predicen nuestro futuro. Estos se erigen en entes que conocen lo que aún ni nosotros mismos sabemos que queremos.
Actualmente, los sistemas de IA son entes omniscientes, dado que conocen las interacciones, preferencias y pautas de consumo de cada ser humano interconectado. Pueden predecir conductas y anticipar elecciones sobre la base de nuestro historial digital.
Nunca el mercado asegurador tuvo a disposición tamaña cantidad de datos actualizados y en tiempo real. Los actuarios pueden acceder a información precisa y detallada, por lo que el cálculo de la relación riesgo y probabilidad de ocurrencia se efectúa al detalle.
Riesgos inasegurables por falta de datos disponibles comienzan a mostrar potencialidad para el desarrollo de nuevos productos y servicios.
Algunos autores (5) se preguntan si las nuevas tecnologías asestarán el golpe de gracia que anticipe la muerte del contrato de seguro tal y como se lo ha conocido hasta el momento, por lo que la pregunta se torna inevitable: ¿Es la inteligencia artificial el certificado de defunción del contrato de seguro?
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