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Errepar23/03/2023
Fernanda Santágata nos cuenta qué capacidades y competencias favorecen la inclusión de todas las generaciones en los espacios de trabajo
Periodista especializada en salud, inclusión y autogestión empresarial
En el mundo corporativo se llama “habilidades blandas” o "soft skills" a las condiciones que tienen las personas en relación a su trato interpersonal con otras. A diferencia de las capacidades técnicas, intrínsecas a cada una de las profesiones u oficios, estas otras aptitudes inciden en cuestiones centrales como el clima laboral y el bienestar de los equipos.
En los últimos años surgieron conversaciones sobre la importancia estas habilidades en función a los procesos de búsquedas y también sobre cómo destacarlas en el currículum. Sucede que en tiempos de ampliación de rangos etarios y de cultura de la inclusión en las empresas las expectativas de los líderes y reclutadores han evolucionado. En este contexto, empleados y empleadas son considerados por mucho más que sus credenciales y trayectorias.
Pero ¿De qué hablamos cuando hablamos de habilidades blandas? ¿Por qué se las considera una variable determinante para que personas de distintas generaciones trabajen en un mismo espacio? ¿Cuánto inciden los valores de los más jóvenes en el protagonismo que estas características tomaron en los últimos años?
Si bien muchos beneficios de las “habilidades blandas” tienen que ver con mejorar las gestiones hacia afuera, en gran medida su importancia reside en cómo influye en cuestiones internas. Es real que estas particularidades favorecen, por ejemplo, al vínculo con clientes o proveedores, pero hoy el foco está puesto en cómo ayudan a mejorar las dinámicas de los grupos.
El escenario actual presenta la necesidad de incorporar nuevos talentos en las organizaciones. Ya sea por el retiro natural de colaboradores históricos o por el requerimiento de funciones más novedosas, lo cierto es que la mayoría de las compañías buscan atraer jóvenes hacia sus planteles. A partir de aquí, se produce un choque de culturas que, naturalmente, tiene como consecuencia la actualización de protocolos y normativas.
En todo esto los departamentos de recursos humanos y de procesos de selección no están exentos. Por eso, con el propósito de sostener la armonía entre colaboradores de todas las edades, se comienza a valorar otras peculiaridades de los perfiles que antes no eran tan destacadas. A partir de allí las mencionadas habilidades cobran protagonismo y se subrayan las siguientes:
Es importante mencionar que esta apertura se puede prestar a la confusión: Amplitud hacia las “habilidades blandas” no significa sobre adaptación. Requisitos como “posibilidad de trabajar bajo presión” o “inmunidad al estrés” no tienen nada que ver con una mejor experiencia laboral. Por el contrario, forman parte de prácticas anacrónicas con probados malos resultados en el mercado de los recursos humanos.
Según un estudio reciente el 95% de los directivos de empresas y el 88% de profesionales de distintos rubros eligen en qué empresa trabajar según la cultura organizacional de la misma. En el conjunto de políticas que una compañía pone en práctica se encuentran las condiciones dadas para que cada perfil tenga o no un lugar de crecimiento.
Algunas de las culturas organizacionales que son tendencia en el mundo corporativo valoran y prefieren a personas con buen dominio de las “habilidades blandas” dentro de sus equipos. Estos son algunos ejemplos:
Todo este panorama de nuevos usos y costumbres institucionales aporta una nueva mirada sobre el trabajo. Sin dudas, la transformación de la sociedad ha tenido mucho que ver en todo esto. Procesos históricos, nuevos consensos, ampliación de derechos y ponderación de la vida personal y de la salud por sobre los ingresos son solo algunas de las razones. Así, nuevos espacios laborales nutritivos resurgen por sobre la antigua cultura resultadista que se despide.